jueves, 8 de septiembre de 2016

PERSONAS MODELICAS

Resultado de imagen para PERSONA CON DEDO INDICE
Resultado de imagen para PERSONA CON DEDO INDICE







Calvino tenía una profunda desconfianza hacia la música. Entre otras lindezas afirmó: “Al igual que el vino se vierte con el embudo en el barril, con la melodía se filtran el veneno y la corrupción hasta las mayores profundidades del corazón. ¿Qué hemos de hacer, entonces? Tendremos que conseguir canciones que sean no solo rectas, sino santas, que nos inciten a rezar a Dios y alabarlo, meditar sobre sus obras, temerlo, honrarlo y glorificarlo”.
Sin embargo, para Lutero, la música tenía la máxima importancia. La consideraba un regalo de Dios y, por ello, todos los que fueran ordenados debían saber cantar y tener conocimientos musicales. El mismo Lutero tocaba varios instrumentos y compuso una serie de himnos y corales.
Esta diferente forma de pensar de los dos reformistas tuvo evidentes consecuencias: mientras que en los países de influencia luterana se instaló el respeto a la música y el cultivo de la cultura musical, lo que dio lugar al surgimiento de grandes compositores e intérpretes, en los países calvinistas se produjo el fenómeno contrario. Queda en el aire la pregunta de cuántos músicos hubieran surgido en los países calvinistas sin la demoledora influencia de los pensamientos del líder religioso.
Todavía está por estudiar cómo las ideas que nutren y soportan a los distintos modelos sociopolíticos y económicos determinan la forma de pensar, las prioridades vitales y emocionales de las personas que viven en esos modelos. En definitiva, cómo el modelo sociopolítico se inventa un determinado concepto de ser humano, que nos hace tragarnos a pies juntillas desde un sistema educativo uniformado y generalizado.
En el antiguo régimen, dominado por los dogmas religiosos, el hombre estaba adoctrinado para pensar que todo poder y la propia organización social venían legitimados por una figura divina: el poder procedía de ese Dios y lo ejercían sus vicarios en la tierra, ya fueran seculares o religiosos. Las leyes humanas y las decisiones del soberano eran necesariamente legítimas porque se inspiraban en las leyes divinas. La moral religiosa regía la vida de las sociedades y todos la acataban por convicción y/o miedo al castigo divino, ya fuera en la otra vida o en esta por mediación de los poderes divinamente instituidos.
Aparte de los desmanes, abusos y excesos cometidos por las organizaciones e instituciones eclesiales, la sociedad religiosa convencional entró en crisis cuando se percibió que sus organizaciones jerárquicas y su dogmatismo se habían convertido en carcasas vacías de toda autenticidad y alejadas del mensaje original. Además, las jerarquías llenaron el mundo de dogmas estáticos que frenaron la evolución y el progreso; obligando incluso a Galileo a renegar de sus revolucionarias ideas para suavizar su condena por herejía (“y sin embargo se mueve”).
Fue por ello inevitable el replanteamiento de todo: la tabla rasa de Descartes. Todas las certezas desaparecen y se abren todos los interrogantes. Surge la seductora posibilidad de descubrir, mediante la inteligencia, los misterios que nos rodean.
Sin embargo, el ser humano seguía necesitando unos referentes firmes y, en el nuevo modelo surgido de la Revolución francesa, la legitimidad divina es sustituida por la legitimidad racional. Muerto Dios, se divinizó la Razón, como nueva prisión de la inteligencia.
Elevada la razón a la categoría divina era “racional” que toda persona se percibiera como individuo y que se ocupara fundamentalmente de la satisfacción de sus propias necesidades o deseos. Si la razón de cada individuo es Dios, nada mejor que rendirle pleitesía colocando la satisfacción de las necesidades y deseos surgidos de esa razón en el centro de la vida de cada uno.
Los modelos económicos se elaboran a partir de la premisa de que los integrantes de la sociedad se comportan racionalmente y que ese comportamiento racional les conduce a tratar de maximizar la satisfacción de sus propios deseos y necesidades.
Este cambio de modelo conduce al ser humano individualista, utilitarista y pragmático, que cree en su propia razón y en la satisfacción de su ego. El choque de razones y deseos individuales y colectivos, convertidos en  ideologías, genera los graves conflictos que jalonan la historia de Occidente desde la Revolución Francesa y están en la base de la fuerte conflictividad que percibimos en las sociedades de nuestro entorno.
Además, la divinización de la razón supuso la caída de la moral religiosa, que mantenía la cohesión en las sociedades, limitaba el choque de deseos y necesidades individuales y reducía los conflictos. Desaparecida la moral como fuente de legitimidad de la ley, filósofos como Kant se esfuerzan en consagrar la ética como nueva ligazón de la sociedad basada en la razón. Sin embargo, el fundamento de la obediencia a la moral, en la sociedad religiosa se encontraba en la convicción o el temor al poder divino. La ética carece de ese poder intimidatorio y la razón se coloca al servicio de la satisfacción del propio interés, por lo que la imposición de la ética requiere del respaldo de un poder estatal fuerte que obligue a su cumplimiento. Con esta funcionalidad, crecen superestructuras estatales monstruosas que todo lo controlan. Ese Leviatán que caracterizó Hobbes.
La nueva concepción del ser humano surgida de la razón humana divinizada, aunque respondiera a una lógica reacción a los abusos de las instituciones religiosas, presenta no pocos inconvenientes que se encuentran en la raíz de las sucesivas crisis que venimos viviendo desde su instauración.
El nuevo modelo nos ha hecho creernos el concepto del ser humano entendido únicamente como herramienta útil para aumentar sus posesiones, su dominio y, en definitiva, su poder.
Esta concepción ha prescindido y negado elementos tan sustanciales de la naturaleza humana que han conducido al hombre moderno a una verdadera situación depresiva, como brillantemente explicaba Carlos Peiró en uno de los primeros artículos de este blog.
Así, se ha amputado la vocación hacia la felicidad a través de la búsqueda de la belleza en la perfección estética, que, con todos sus defectos, cultivó la Grecia clásica. El pseudo arte utilitarista busca, como en el resto de ámbitos de la vida, el beneficio económico que aumente el poder del autor, en lugar de tratar de hacer volar el alma y la inteligencia del espectador hacia rincones desconocidos.
La vocación científica renacentista de ir al encuentro de la felicidad mediante la aspiración de un entendimiento global del cosmos a través del progresivo crecimiento del círculo de lo conocido, ha sido suplantada por la superespecialización y la investigación útil para aumentar el dominio y el poder sobre el mundo. En consecuencia el sistema educativose ha llenado de almas en pena que sueñan con ser banqueros, en lugar de buscar la sabiduría como fuente de felicidad.
Y qué decir de la vocación anímica o espiritual del hombre, presente desde siempre como búsqueda de una realidad trascendente más allá de la pura apariencia de las cosas, y que, sin embargo, con no poco sufrimiento, ha sido suplantada por un Estado divinizado.
Para salir de la crisis endémica en la que seguimos retozando, quizá sea preciso reconocer la presencia de elementos esenciales en la naturaleza humana que han sido negados y suplantados por una única deidad. Mientras tanto ¿cuántos brillantes poetas, artistas, sabios o científicos se habrán malogrado bajo el lema utilitarista de “déjate de tonterías y lábrate un buen futuro”?

3 comentarios:

vodka dijo...

nosotros, los blogueros, no seremos artistas, pero sostenemos estos espacios minimos y tal vez intrascendentes, sin lógica capitalista. En el sentido de la acumulación "no sirven para nada" he ahi su belleza.

Daniel dijo...

En realidad sirven para la acumulación interna, Nilda, que es la que nos hace mejores.

Frodo dijo...

Buena entrada Moscón, buen comentario Nilda. Intentaba decir algo así pero las palabras de ambos son más certeras

Saludos!